Últimamente estoy siguiendo bastante el ciclismo y en especial La Vuelta, que está teniendo lugar simultáneamente a la redacción de este artículo. También me interesa mucho la política, aunque no tanto esa de escaños y partidos, sino la que condiciona la libertad de las personas para vivir como quieran sin hacer daño a nadie. Esa siempre me ha resultado muy llamativa.
Casualidades, en estos momentos coinciden ambos intereses. Se da la circunstancia de que el equipo Israel-Premier Tech está compitiendo en La Vuelta y desde que ha llegado a España (empezó en Italia) se suceden incidentes y protestas al respecto. En la quinta etapa un grupo de protestantes invadió la calzada y hizo detenerse al Team Israel durante la contrarreloj por equipos. En la Etapa 7 el equipo no se presentó al control de firmas, un evento para el público que tiene lugar antes de la etapa en la que se presenta a los equipos y corredores, y tampoco lo ha hecho desde entonces, lo que es curioso porque según el punto 2.3.009 del reglamento de la UCI es obligatorio salvo que el organizador lo manifieste explícitamente. La más reciente ha sido en la Etapa 11, Bilbao, donde la organización ha decidido tomar los tiempos a 3 km de la línea de meta a causas de las protestas, dejando la etapa sin vencedor.
A través de conversaciones que he tenido y leyendo reacciones de personas ilustres me resulta evidente que es un tema complicado. ¿Tiene sentido este tipo de protesta? ¿Debería permitirse la participación del Israel-Premier Tech en La Vuelta o por extensión de otros equipos y atletas israelís en sus correspondientes deportes? ¿Deberían las protestas tener lugar en otro lugar como la embajada israelí? Para ser sincero ya me había hecho este tipo de preguntas antes, no es la primera vez que deporte y protesta se cruzan. Recuerdo el caso de Colin Kaepernick, Quarterback de los San Francisco 49rs que decidió arrodillarse durante el himno de EEUU previo a un partido de futbol americano. Él quería alzar la voz sobre el racismo sistemático y la violencia policial en su país, pero fue interpretado por muchos sectores conservadores como una falta de respeto a la bandera y a los militares. Las consecuencias fueron funestas: perdió su puesto en la NFL y quedó prácticamente vetado de la liga. ¿Tenía derecho a protestar? ¿Era el lugar indicado? 🤷♂️
Pienso que la idea de mucha gente sobre esta problemática la ha manifestado muy bien hoy el ciclista Carlos Verona: "Hay que alejar la política del deporte".
Personalmente no estoy seguro no solo de que haya que hacerlo, sino de que sea posible. Muchas veces utilizo la excusa de este blog para intentar formarme opiniones más sólidas o retar mis propios sesgos sobre temas de actualidad relevantes en el deporte. Esta es una de esas veces, y en este artículo voy a dar mi opinión actual sobre el tema que me ronda hoy la cabeza: deporte, política y protesta.
¿Qué entendemos por política?
Creo que a mucha gente cuando piensa en política le vienen la mente elecciones, partidos... derecha contra izquierda. Pero la política es más; es todo lo que regula la convivencia: desde quién tiene acceso a una piscina pública hasta que países pueden organizar un mundial. Es cómo podemos y no podemos vivir, qué podemos y no podemos hacer.
Y entonces, ¿puede el deporte ser apolítico?
La propia historia del deporte refuta esta idea: hace más de 2000 años las ciudades-estado que competían en los JJOO de la Antigüedad establecían una tregua olímpica para permitir a los competidores viajar. En Roma los espectáculos del Coliseo distraían a la población de los problemas sociales. Pan y circo. Más recientemente se han boicoteado JJOO como los de Moscú en 1980 y Los Ángeles en 1984. Pero sí, estoy cayendo en una trampa que me encantaría señalar: cherrypicking. Estoy eligiendo ejemplos concretos a propósito, pero sirven para ilustrar que separar deporte y política ha sido históricamente complicado.
Pero complicado no significa imposible. Durante ese debate me surge otra pregunta: ¿es el silencio realmente apolítico? Negarse a tomar partido o mantenerse al margen de una situación conflictiva no siempre es neutral; callar es también una forma de posicionarse. En el deporte, como en la sociedad, incluso no actuar tiene consecuencias, y el "apoliticismo" es, en sí mismo, un gesto con carga ética. En situaciones donde se enfrentan injusticias o tensiones políticas, la neutralidad puede interpretarse como indiferencia, en lugar de imparcialidad. Si uno pretende ser íntegro a menudo se requiere un posicionamiento claro. No se trata de elegir color favorito. ¿Por qué no posicionarse del lado de la decencia? ¿Por qué no manifestarse a favor de los derechos humanos? El silencio a veces habla.
Callar puede parecer neutral, pero en el deporte moderno casi nada lo es. La mayoría de decisiones, incluso al nivel más amateur, se ven influenciadas por quienes nunca han pisado un vestuario, con perdón por la hipérbole, y cada reglamento, calendario, decisión o ayuda refleja intereses que van más allá del juego. Separar deporte y política se ha vuelto un lujo: incluso intentar ser apolítico ya es, de algún modo, una elección con consecuencias.
Deporte en el Siglo XXI
La regla 50 de la Carta Olímpica (sí, el documento que define cómo debe funcionar el deporte a nivel global y establece los principios de igualdad, respeto, juego limpio y no discriminación) dice así:
No se permite ningún tipo de manifestación ni propaganda política, religiosa o racial en los recintos, sedes u otras áreas olímpicas.
Resulta irónico cómo el evento deportivo más esencialmente político que el mundo ha conocido exige "neutralidad" a sus participantes mientras el COI utiliza esa excusa para justificar la decisión de otorgar JJOO a naciones que hacen lo posible por evitar cumplir los derechos humanos. Pekín 2008 por ejemplo, o los JJOO de invierno en Sochi 2014, Rusia. Los Ángeles 2028 también, por qué no. Mientras la regla restringe la libertad de expresión de los atletas ampliamente dada su ambigüedad, este tipo de organizaciones se convierten en actores políticos extremadamente poderosos apelando neutralidad (ejem FIFA ejem), con exenciones fiscales e incluso capacidad indirecta de creación de leyes.
No está puesta por hacer bonito. Al judoca argelino Fethi Nourine se le emparejó con el sudanés Mohamed Abdalrasool en los JJOO de Tokio, y de vencer su siguiente rival hubiera sido el israelí Tohar Butbul. Nourine manifestó que su apoyo a la causa palestina le impediría enfrentarse a Butbul, por lo que le fue retirada la acreditación.
Está sancionado hasta el 23 de Julio de 2031, diez años. Hay más ejemplos.
No solo los organismos que gobiernan el deporte como el COI, la FIFA o las federaciones politizan. Los propios estados invierten en esto por su propio beneficio. El sportswashing es un concepto que hace referencia a utilizar el deporte de élite para parecer importantes o legítimos frente al mundo. City Group en futbol, el PSG, el UAE en ciclismo, la liga de futbol de Arabia Saudí, el mundial de Qatar 2022, el LIV Golf... el Israel-Premier Tech. Se invierten cantidades enormes en deporte para mejorar la imagen nacional y desviar la atención de los problemas sociales, aunque me parece curioso como muchas veces en lugar de enmascarar lo que consiguen es aumentar el escrutinio. Supongo que esto puede ser percepción mía, por los ámbitos en los que me muevo. La realidad es que los éxitos deportivos y la visibilidad mediática funcionan como una herramienta de influencia: proyectan modernidad y capacidad de organización. Soft power.
Conclusión
Voy a lanzar otra pregunta: ¿en qué momento "Todas las personas son personas y merecen seguridad" se ha convertido en controversia? No es una postura política, es humanidad. Defender la dignidad, la igualdad y los derechos fundamentales no debería ser objeto de debate ni censura. En el deporte, como en la vida, quienes levantan la voz por justicia no están "politizando" el juego; están recordando lo básico: que nuestras acciones y palabras importan, y que la neutralidad no puede ser excusa para la indiferencia.
Opresor contra oprimido, las reglas no son iguales para todos. El poderoso se aprovecha mientras "pide" que se mantenga la neutralidad. "No es el lugar". Ninguno lo es. Por eso se protesta donde se ve, donde hace ruido, donde el mensaje llega. Como Kaepernick, o como los manifestantes de La Vuelta, no se protesta al azar: se elige el lugar y el momento que maximiza la visibilidad, porque el objetivo es generar conciencia, incomodar a quienes ignoran los problemas y recordarle al mundo, a quien tenga capacidad de acción, que la justicia y la humanidad no pueden esperar. El deporte no existe en una burbuja.
Los manifestantes deberían hacerlo pacíficamente y La Vuelta en concreto tiene el deber y la responsabilidad de mantener seguros a todos sus participantes, no solo deportistas. Y también debería tener la integridad de
condenar rotundamente lo indefendible.
Gracias por leer hasta aquí. Espero que te haya resultado interesante.
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Bibliografía
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